miércoles, 23 de abril de 2008

LA CRISIS POLÍTICA DEL PAÍS

NO ES HORA DE IMPROVISAR


Editorial de EL TIEMPO, 23 de Abril de 2008.

La cascada de acontecimientos de las últimas 48 horas ha puesto al país al borde de una delicada crisis político-institucional. Los hechos se suceden a ritmo vertiginoso y desconcertante. Basta enumerarlos para entender la explosiva complejidad de lo que se puede estar incubando.

La Fiscalía ordena la detención por concierto para delinquir del ex senador Mario Uribe, primo y aliado del Presidente, quien pidió sorpresivo asilo -rechazado- en Costa Rica; el presidente Uribe propone una "comisión de reajuste institucional" y un "tribunal especial", que desata polémicas reacciones; se lanzan rumores, rechazados con vehemencia por el presidente de la Corte Suprema y el Fiscal General, de que jefes paramilitares habrían sobornado a magistrados para asegurar la elección del fiscal Iguarán; la Corte indaga a la ex congresista Yidis Medina por supuestas prebendas recibidas para votar la reelección de Uribe; el Consejo Seccional de la Judicatura acepta una tutela de las víctimas para congelar la extradición de 'Macaco'; Salvatore Mancuso anuncia nuevas revelaciones sobre la penetración del paramilitarismo en el Congreso y el poder judicial; el Partido Liberal, que había llegado a un acuerdo con el uribismo en el Congreso sobre el trámite de la reforma política, reacciona duramente a los anuncios del Presidente y en un sólido pronunciamiento de su jefe, el ex presidente César Gaviria, previene sobre enormes peligros de crear comisiones para quitar a la Corte su misión institucional, y se dice dispuesto a examinar iniciativas como el adelanto de las elecciones o una constituyente.

Apenas algunos de los hechos más impactantes de estos días. ¿Guerra de ventiladores alimentada por el paramilitarismo? ¿Comedia de equivocaciones de los poderes institucionales? ¿Encrucijada o hecatombe? Un poco de todo, sin duda. Pero lo claro y cada vez más preocupante es que el país se está "descuadernando", como hubiera dicho el ex presidente Carlos Lleras. Y que puede entrar en una inquietante desestabilización, con graves efectos sobre la economía, la imagen internacional y la inversión extranjera, de continuar este choque entre los poderes que soportan nuestro andamiaje democrático.

* * * *

Para empezar, preocupa que los últimos actos y declaraciones del Gobierno transmitan al país la impresión de que la Corte Suprema de Justicia está urdiendo un complot contra el Presidente. Los mensajes de Uribe, que llaman a la objetividad de los fallos judiciales, y del ministro Carlos Holguín, en declaraciones a este diario, que manifiesta dudas en cuanto a la imparcialidad del alto tribunal, y el tono de la reunión de las mayorías uribistas en Palacio, con propuestas de reforma política que llegaron a insinuar incluso el remplazo de la Corte por otro tribunal para juzgar a parlamentarios y al propio Primer Mandatario, indican que el Gobierno siente que la Corte no está siendo imparcial en la 'parapolítica'. Y que sus decisiones tocan cada vez más directamente al círculo íntimo del Presidente, como lo están presentando los medios internacionales.

La situación difícilmente podía ser más complicada. El equilibrio entre los poderes públicos y el respeto y confianza entre ellos es, por definición, la garantía de estabilidad de las democracias. Con mayor razón en un país con los problemas del nuestro, y más aún cuando la Corte es el eje central de manejo institucional de un tema de la complejidad e implicaciones de la 'parapolítica'. De allí la importancia de la forma en que se salga de este atolladero. No bastan llamados genéricos a la prudencia y el respeto por las instituciones. Y, por supuesto, atizar la confrontación entre los poderes sólo llevará a empeorar las cosas.

* * * *

El propio presidente Uribe, apoyado en la legitimidad que le otorgan sus altísimos índices de aceptación, ha reivindicado sistemáticamente como un logro de su gobierno que las investigaciones por nexos entre políticos y paramilitares han avanzado bajo la conducción independiente del poder judicial. De allí la importancia -como lo pidió César Gaviria- de apoyar al alto tribunal y a la Fiscalía para que lleven hasta las últimas consecuencias -y con el rigor jurídico requerido- esta investigación de nexos entre políticos, mafiosos y paramilitares. Y la necesidad de una reforma política que, a diferencia de la versión edulcorada que se trata de aprobar, ponga claros frenos y castigos a la penetración que estos lograron en el Congreso, entre ellos el de dejar vacía la curul no bien sea detenido quien la ocupe por 'parapolítica', sin esperar hasta una lejana sentencia. Sólo avances claros en esta dirección, sin que nadie se atraviese en la labor de la Corte y la Fiscalía, y con una reforma política que envíe un mensaje claro y contundente al país, permitirán que el Congreso recupere su legitimidad perdida.

Además, es necesario diferenciar. Una cosa son la 'parapolítica' y sus implicaciones, y otra los problemas de fondo que arrastra el sistema electoral y de partidos. Pretender meterlos juntos en el saco de la reforma política sólo dará al traste con las soluciones para uno y otro fenómeno. A estas alturas, adelantar las elecciones, convocar una constituyente o empujar una reforma constitucional para cambiar el andamiaje institucional pueden agravar lo que se pretende resolver. Un país coherente usa las instituciones que tiene para resolver las crisis; una 'banana republic' las cambia al vaivén de las necesidades.

Y de eso se trata, justamente. De que las instituciones que hoy tiene el país, de gran tradición y estabilidad, funcionen. El Ejecutivo y la Corte deben desmontar de inmediato el tono pugnaz de sus comentarios. El Gobierno tiene una inmensa responsabilidad. No puede incurrir en salidas en falso, como la de un "reajuste institucional" en semejante momento; ni debe maquillar la reforma política; ni permitirse declaraciones imprudentes, como las que dio la semana pasada en la radio un cercano asesor en el sentido de que el proceso de Mario Uribe iba muy bien (de paso, nada hace más daño al Presidente y a su imagen internacional que su insólito pedido de asilo en Costa Rica, oportunamente denegado por el gobierno de ese país). La Corte debe cumplir su papel con serenidad, firmeza y sin tentaciones mediáticas. Y sin que otros poderes le pongan palos en la rueda. Y el Congreso está en la obligación de hacer lo que tenga que hacer para purgarse y recuperar legitimidad.

* * * *

Si los protagonistas diversos de este enfrentamiento político-judicial no actúan con la serenidad, altura y responsabilidad que demanda la situación, Colombia podría sufrir un grave retroceso. Que todos acabaríamos lamentando, uribistas, antiuribistas y, sobre todo, el pueblo colombiano, que no participa en las peleas de sus dirigentes, pero es el que siempre acaba pagando los platos rotos.


Mario Uribe Escobar, una propuesta indecente


Editorial El Colombiano, 23 de abril de 2008

Es inaceptable que Mario Uribe haya pretendido burlar la justicia. Por fortuna Costa Rica negó el asilo. La mejor manera de defender a Colombia es buscar la verdad, promover la transparencia y evitar caer en la trampa de quienes pretenden refundar un país ajeno a la voluntad de la mayoría.


Indecente que Mario Uribe Escobar, congresista por 22 años y ex presidente del Senado, desconozca la potestad y legitimidad de la justicia colombiana. No de otra forma puede calificarse su solicitud de asilo político ante la embajada de Costa Rica, en Bogotá, minutos después de conocer la medida de aseguramiento que le dictó la Fiscalía General de la Nación.

¿Pero por qué la Fiscalía no llegó de una vez por él, como ha llegado por tantos otros? ¿Por qué le dio la oportunidad de decir que se entregaría y de engañar a la justicia y a todos los colombianos, al pedir refugio en la legación diplomática costarricense?La orden de detención preventiva, sin beneficio de excarcelación, la profirió un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia, al resolverle la situación jurídica después de haberlo oído en indagatoria. El delito por el cual se le investiga es el de "concierto para delinquir por acuerdos para promover grupos armados al margen de la ley".

Mario Uribe renunció a su investidura de senador para sustraerse a la competencia de la Corte Suprema de Justicia y acogerse a la de la Fiscalía y la justicia ordinaria. Este proceder, aunque legal, no es de buen recibo.

Rechazamos rotundamente la petición del ex congresista. Mario Uribe ni siquiera debió intentar ser favorecido con un asilo político, que se concede sólo en casos de persecución, no cuando la persona es acusada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de la ONU. El supuesto concierto para delinquir para promover grupos armados ilegales no cabe en la categoría de delitos políticos. Por fortuna, el gobierno de Costa Rica consideró improcedente la petición de Mario Uribe, luego de evaluar las condiciones exigidas a la luz del Derecho de Asilo.

Es obvio que el ex parlamentario pretendió eludir la acción de la justicia colombiana. Esto es aún más inconcebible en quien tiene formación jurídica, participó en la elaboración, interpretación y reforma de muchas leyes y ostentó la alta dignidad de congresista y llegó a presidir el Legislativo.
El presidente Álvaro Uribe, en un mensaje claro, corto y oportuno, convoca a todas las ramas del poder público y a los ciudadanos a preservar la institucionalidad de Colombia: "La medida de aseguramiento contra el Senador Mario Uribe, me duele. Asumo este dolor con patriotismo, sin mengua en el cumplimiento de mis responsabilidades, con el interés único de proteger las instituciones, protección que además depende de los titulares de las otras ramas del poder público".

Colombia pasa por momentos muy difíciles y no hay mejor manera de defenderla que buscar la verdad, toda la verdad, promover la transparencia y evitar caer en la trampa de quienes, desde distintas orillas políticas e ideológicas o delincuenciales, quieren acabar con la institucionalidad para refundar un país ajeno y extraño a la voluntad de la mayoría de los colombianos.

El Presidente Uribe no debe renunciar a su liderazgo ni dejar perder el norte. Y el pueblo debe rodearlo en este trago amargo.

viernes, 18 de abril de 2008

DE TITULARES Y LEADS

COLUMNA DE LA DEFENSORA DEL LECTOR

A VECES, EL LECTOR
SE TROPIEZA EN LA ENTRADA...

Defensora del lector. Columnista de El Tiempo, 16 de febrero de 2008

El periodista es, ante todo, un comunicador y su lenguaje ha de ser claro, preciso y concreto, para que el lector capte la esencia de la información. Eso es especialmente importante en el primer párrafo de la noticia, que en la jerga periodística se conoce como lead (tomado del inglés 'conducir'), que debe ser atractivo y llevar a un pronto conocimiento de los hechos, y que el Manual de Redacción define como "la puerta de entrada a la noticia".

Una buena introducción debe resumir lo más importante de la noticia y despertar la curiosidad del lector. En la edición del 7 de febrero, la Defensora encontró dos ejemplos de lo que no debe ser un lead. Dice en la primera página de EL TIEMPO, bajo el título: '¿Plata de Cajanal en maletín de los $ 400 millones?': "La que parecía ser una historia sacada de una película es ahora la que daría pistas sobre el verdadero dueño de los 400 millones de pesos que aparecieron abandonados la semana pasada en una cafetería de Bogotá...".

Esta críptica redacción deja al lector más preguntas que respuestas. El redactor del lead intenta generar expectativa; sin embargo, el abuso del modo condicional en los verbos lleva a una vaga primera frase y solo en el último párrafo explica cuál es la historia que 'parece' (no 'parecía') sacada de una película: El día en que apareció el maletín, la abogada aseguró que era un caso de extorsión de delincuentes que asaltaron su oficina. Y que no denunció el hecho por temor. Las autoridades creen que el dinero es de ella, pero no dan crédito a su versión".

Si a veces la redacción resulta rebuscada, en otras ocasiones peca de simplista. Eso sucede en el lead publicado en la sección Deportes bajo el título 'Chicó, debut colombiano', que presenta una abrumadora repetición de términos: "Esta noche será el triple estreno en la Copa Santander Libertadores: Boyacá Chicó será el primer equipo colombiano en participar en la edición 2008; Alberto Gamero se estrenará como técnico a nivel internacional lo mismo que su equipo, el que apenas tiene cuatro años en primera división. El rival será el Audax Italiano en Chile, en la primera fase o repechaje que da el cupo para la fase de grupos"...

En este primer párrafo de la noticia, la conjugación 'será' aparece en tres ocasiones; también están repetidas las palabras 'primera', 'estreno', 'equipo' y 'fase'... Con frecuencia, los reporteros abusan de los verbos 'ser' y 'estar', en lugar de reemplazarlos por otros más precisos. Con un simple ejercicio de sustitución se habría logrado mayor brevedad y precisión: 'Esta noche, en el triple estreno de la Copa Santander Libertadores, Boyacá Chicó inicia la participación colombiana en la edición 2008. Alberto Gamero debuta internacionalmente como técnico, al igual que su equipo, que lleva apenas cuatro años en la primera división. Se enfrenta, en Chile, al Audax Italiano, en la primera fase o repechaje que da el cupo para la fase de grupos'.

La buena redacción es la base de la comunicación escrita, y aunque hay muchas maneras de transmitir una información, la más eficaz es siempre aquella que es directa y atractiva. En el primer caso, la excesiva originalidad para captar la atención del lector dio al traste con la claridad. En el segundo, el exceso de simplicidad condujo a un párrafo soso y reiterativo. En ambos casos, el lector se tropezó con la puerta de entrada de la noticia.


A LA HORA DE TITULAR
LA INFORMACIÓN

Por: Víctor León Zuluaga Salazar, Defensor del lector de El Colombiano

Hace varias semanas el lector Luis Fernando Mejía se quejó de la forma de diferente como titulan los periódicos y preguntó: "Señor defensor a qué se debe que los periódicos utilizan títulos tan distintos para la misma noticia. Yo habitualmente leo El Tiempo, El Mundo y EL COLOMBIANO y encuentro que no coinciden" y agregó que "a veces dicen una cosa que no se encuentra y también son confusos".

Las inquietudes del lector son totalmente válidas. Ya me había referido a estos aspectos de la titulación en las columnas del 7 y el 14 de mayo del año pasado. Con los títulos los periódicos dejan una huella de identidad. Cada medio tiene su estilo de titulación y además, si se mira con detalle, las informaciones son distintas: unas más extensas, con datos adicionales o de contexto. El estilo es diferente en la medida que haya originalidad y no mera trascripción de un texto que llega de una agencia de noticias o de un boletín de prensa suministrado por tal o cual entidad.

Pero de todas maneras, aunque los títulos sean diferentes deben reunir los requisitos mínimos. Deben ser claros, informativos, precisos, fáciles de leer y comprender, atractivos y honrados.

La claridad es el atributo principal que reúne a los demás. Un buen título presenta un resumen de la información en pocas palabras y la frase que resulta es comprendida sin equívocos por el lector. No se exagera ni minimiza el hecho, corresponde justo a lo que dice el texto completo e induce al lector a avanzar en la aventura de llegar hasta el punto final.

Titular es tarea compleja y crucial. Lograr un título acertado exige talento y tiempo. Además, como muchos lectores sólo leen los titulares, se multiplica el compromiso y el esfuerzo del diario para satisfacerlos y garantizarles el derecho a la información. Ya los medios de comunicación los envían con prontitud a su teléfono móvil.

La introducción al libro El titular. Manual de titulación periodística, del periodista y profesor de la Universidad de Sevilla Antonio López Hidalgo, afirma que el título es "un buen reclamo, un rótulo luminoso o un guiño pretenciosamente seductor; y, en todo caso, es una información y es también una opinión. Alex Grijelmo (1997:453) dice que e título es la mejor credencial de su texto. Harris (1973:279) dice que el título es el escaparate de la información. Para Vigil (1964:203) el título es como la definición de la noticia. Mar de Fontcuberta (1995:117) es menos metafórica y más explícita: la primera impresión que recibimos de una noticia suele ser a través de un titular".

El autor José Javier Muñoz dice que "un mal título puede arruinar una buena información, pero en ningún caso un título bueno mejora la calidad del texto informativo, aunque sirve para atraer a la lectura".

El manual de estilo y redacción de EL COLOMBIANO define, en el capítulo VIII sobre Titulación, los criterios que deben seguir los redactores y editores a la hora de titular la información. El numeral 8.1.1 dice que "Los titulares son el principal elemento de una información. Sirven, entre otras cosas, para llamar la atención del lector e indicarle de qué se trato lo que va a leer. Es absolutamente necesario".

El numeral 8.1.2 reza que "los titulares deben ser concretos, inequívocos y sin sensacionalismo. Deben responder fielmente al texto de información y no deben establecer conclusiones que no aparezcan en éste. A su vez, deben ser creíbles, atractivos, muy informativos y, si es del caso, imaginativos".

Y más adelante, el numeral 8.1.4 advierte que "no se deben hacer malabares de palabras en ellos. Claro que en algunas secciones, como las de Deportes, Arte y Cultura, Vida y Sociedad, por ejemplo, los mismos contenidos se prestan para titulares con sabor, gracia y buen humor. Sin embargo, en todos los casos, es relevante que respondan al texto".

En suma, el título debe darle respuestas al lector. No debe confundirlo o engañarlo con trampas sensacionalistas. "Deben ser concretos, inequívocos, asequibles para todo tipo de lectores, escuetos, pero correctos gramatical, semántica y sintácticamente", tal como dice el Manual de estilo y redacción de EL COLOMBIANO.

sábado, 12 de abril de 2008

EL DEBATE EN TORNO DE "MACACO"

TIRO DIRECTO

'Macaco' no es el único

Por: Mauricio Vargas. Columnista de EL TIEMPO.

Extraditar a los 'paras' que delinquen desde prisión es tan importante como dar de baja a 'Raúl Reyes'.

La extradición de Carlos Mario Jiménez Naranjo, más conocido en los titulares de prensa como 'Macaco', es un paso importante y en la dirección correcta. Se trata de un paramilitar que después de desmovilizar a buena parte de los 5 mil hombres bajo su mando, dedicados por años a sembrar el terror en Risaralda, el norte del Valle, el bajo Cauca y el sur de Bolívar, mantuvo el eje de su grupo mafioso, habilitado para procesar y exportar cocaína en cantidades gigantescas, según las acusaciones que pesan en su contra en los Estados Unidos. Considerado por años como una especie de intocable de las nuevas generaciones de los carteles colombianos, 'Macaco' creyó que cumplía con los preceptos de la ley de Justicia y Paz con sólo desmontar su ejército y, muy orondo, siguió manejando desde la cárcel su red narcotraficante.

Por eso está muy bien que lo embarquen con tiquete sin regreso a los Estados Unidos. Pero resulta ingenuo pensar que 'Macaco' es el único que incurrió en ese pecado. La verdad es que la mayoría de sus colegas del comando paramilitar han hecho lo mismo que él: desmovilizar a sus cuadrillas antiguerrilla, pero conservar a cientos, quizás miles de hombres como retaguardia de su negocio de cocaína y de sus múltiples actividades que incluyen la extorsión a comerciantes, ganaderos e industriales en varias ciudades, el saqueo de las finanzas de la salud y toda un serie de comportamientos mafiosos para ejercer dominio territorial en sus tradicionales zonas de influencia.

Varios pueblos y ciudades de la Costa Atlántica, así como decenas de poblaciones medianas y pequeñas de Antioquia, los Llanos Orientales, el Eje Cafetero, los Santanderes y el Magdalena Medio, siguen en manos de estas redes que, además de sus lucrativos negocios ilícitos, matan a todo aquel que se les oponga como método de intimidación para mantener su poder. La pregunta sobre si el paramilitarismo en Colombia se acabó debe ser contestada con un sí, pero condicional. En efecto, el paramilitarismo de los diferentes frentes antiguerrilla que alguna vez Mancuso y los Castaño quisieron dominar desde el mando unificado de las Auc, es cosa del pasado. Pero sus redes de narcotráfico y sus mafias que vampirizan regiones enteras con su insaciable sed de dinero y sangre siguen activas.

Las denuncias sobre las actividades ilícitas que los ex jefes 'paras' continúan controlando desde su reclusión en Itagüí y otras cárceles son numerosas y detalladas. Lo mismo que las amenazas a quienes, como víctimas de sus actuaciones, se han constituido en parte en los procesos que la Justicia les adelanta, o aquellos que han interpuesto recursos jurídicos para recuperar las tierras que estos asesinos les quitaron. En varias oportunidades, la Fiscalía ha sacado a relucir evidencias en ese sentido y ha pedido excluir de los beneficios de la ley de Justicia y Paz a quienes mantienen activas sus redes delincuenciales.

El presidente Álvaro Uribe no puede dudar a la hora de quitar esos beneficios a quienes pretendan que con desmovilizar a su tropa ya cumplieron con su parte del trato. Y en este campo, nada es más eficiente que la extradición. A nada le temen más estos asesinos, que a terminar embarcados en un avión de la DEA con rumbo norte. Una vez en una cárcel de alta seguridad de los Estados Unidos, pierden toda su capacidad de mando y sus redes quedan desarticuladas, cuando no inmersas en guerras internas para definir la sucesión. Por todo ello, extraditar a estos capos es tan importante para avanzar en el camino de la consolidación de la seguridad, como dar de baja a 'Raúl Reyes'. Y si de verdad Uribe quiere pasar a la historia, tiene que hacer tanto lo uno como lo otro.


LA FARSA DE LA EXTRADICIÓN DE 'MACACO'

¿Dónde está la bolita?

Por: María Jimena Duzán. Columnista de EL TIEMPO.

Una farsa es una obra teatral cuya trama se basa en mostrar historias aparentemente irracionales pero que mantienen una alta cuota de credibilidad ante el público. Esta definición de farsa le cae como anillo al dedo a la trama sin precedentes que se está desenchipando en el país, desde que el presidente Uribe decidió extraditar a 'Macaco' hacia los Estados Unidos, sin duda el narcotraficante más poderoso y temible de todas las joyitas que hoy se encuentran en Itagüí bajo el mote de paramilitares.

Aunque la noticia ha pasado sin pena ni gloria en los medios, su extradición tiene en vilo a cerca de tres millones de colombianos, víctimas directas del paramilitarismo que consideran su ida a gringolandia como un golpe de gracia a la Ley de Justicia y Paz. 'Macaco' se va a ir sin contar la verdad, y sus terribles secretos quedarán sepultados porque a la justicia gringa solo le interesan los delitos de narcotráfico. (Obviamente, la opinión urbana y los medios andan seducidos por otra farsa: la que montó Sarkozy con el envío del avión ambulancia a la selva colombiana. Como el avión es tan grande, solo puede asistir a los enfermos en una base militar. Pero que no cunda el pánico, ha dicho el general Padilla: las Farc pueden llevar a Íngrid hasta la base militar para que la curen en el avión y devolverse a la selva sin mayor problema, porque de por medio está la palabra empeñada del Ejército. Ni a Tintín se le hubiera ocurrido semejante farsa.)
Pero volvamos a la farsa que nos ocupa para decir que la extradición de 'Macaco' no puede estar mejor sustentada aunque, de hecho, repito, no sea más que una farsa. A simple vista, esta medida ha sido entendida como un castigo. Y en este caso, un castigo más que merecido porque su incumplimiento como beneficiario de la Ley de Justicia y Paz ha sido olímpico: es el único jefe paramilitar que no ha confesado ningún crimen pero que, sin embargo, ofreció dar unos cuantos millones de pesos para resarcir a las víctimas, que él insiste en desconocer. Su abogado, en el colmo de los colmos, ha dado a entender que esta actitud es un acto de generosidad que debería ser tenida muy en cuenta porque ningún otro jefe 'paraco' ha sido tan desprendido. Luego vino el misterioso episodio de la pistola y la granada de fragmentación encontradas hace un mes en Itagüí, cuya propiedad fue atribuida a 'Macaco', quien, dicho sea de paso, maneja desde hace tiempo esa cárcel como Pablo Escobar la Catedral. A los pocos días de ese episodio, el rumor de que estaba negociando con los gringos era vox pópulli.

Pero y entonces, me preguntarán, ¿cuál es la farsa, si no hay extradición más justificada que la de 'Macaco'? Pues la farsa consiste en seguir creyendo que la extradición es un castigo para los extraditables, como en los tiempos de Pablo Escobar, cuando en realidad hoy es un favor que se les hace. La gran mayoría de extraditables prefieren negociar con las autoridades norteamericanas, entregar un poco de su dinero, revelar unas rutas, a cambio de la tranquilidad para el resto de sus vidas al quedar resguardados de la Corte Penal Internacional, como le pasó a 'Rasguño', quien se fue para los Estados Unidos con todos sus secretos de la 'parapolítica' y el paramilitarismo en el Valle del Cauca.

El más interesado en su extradición era el propio 'Macaco', y eso lo sabía no solo el Gobierno sino el fiscal Iguarán, quien tampoco se inmutó cuando el rumor empezó a tomar forma, a pesar de que él es el garante de la Ley de Justicia y Paz. La gran pregunta que habría que hacerse es por qué el Gobierno decide hacerle semejante favor a 'Macaco' y acepta enviarlo a los Estados Unidos, sin siquiera exigirle que cumpla antes con las víctimas, como se lo advirtió la Corte Suprema de Justicia.

No es cierto, por lo demás, que ese sea el único castigo que tienen los jefes 'paras' que incumplen la Ley de Justicia y Paz. El Gobierno tiene otra opción además de la extradición: la de obligarlos a pagar la pena ordinaria, que sería de 40 años, pero Uribe la desechó. Por eso, repito: ¿por qué su gobierno le hizo el favor a 'Macaco' de extraditarlo, si era lo que tanto quería? ¿Dónde está la bolita?

miércoles, 2 de abril de 2008

Identidad Cultural I

IDENTIDAD CULTURAL, CONCEPTO QUE EVOLUCIONA (I) [1]


Por: Olga Lucía Molano L. [2]


INTRODUCCIÓN


Este documento pretende aportar a la discusión sobre desarrollo territorial con identidad cultural, a través de un breve recorrido sobre la evolución de los conceptos de cultura, identidad y patrimonio cultural, producto de debates internacionales que permiten establecer un lenguaje y prácticas universales consensuadas, para identificar un hecho cultural y darle una especificidad que lo hace único, distinto y lo convierte en un aporte al conjunto de la humanidad.

El tema cultural es tratado desde varios aspectos: el económico, donde la cultura se vincula al mercado y al consumo y se manifiesta en las llamadas industrias culturales (empresas editoras, casas de música, televisión, cine, etc.); el humano, donde la cultura juega un papel de cohesión social, de autoestima, creatividad, memoria histórica, etc.; el patrimonial, en el cual se encuentran las actividades y políticas públicas orientadas a la conservación, restauración, puesta en valor, uso social de los bienes patrimoniales, etc.

El concepto de identidad cultural se comprende a través de las definiciones de cultura y de su evolución en el tiempo.

Como se puede apreciar en las secciones 1 y 2 de este artículo, estos conceptos, que se originan en los siglos XVIII y XIX, son relativamente nuevos. A través de los términos: cultura, patrimonio cultural y su relación con el territorio iremos encontrando el de identidad territorial.

Que un producto, un bien patrimonial o un servicio sea reconocido como particular, a veces como único en el mundo y en su más alto grado como patrimonio nacional o de la humanidad supone un largo recorrido de pasos, procesos y cumplimiento de normativas.

La evolución de los conceptos, palabras y normas sirve para mirar los numerosos ejemplos de casos que en todo el mundo se multiplican en busca de darle un valor especial al conjunto de un territorio a partir de productos, prácticas, tradiciones y recursos que le son propios.


1. IDENTIDAD CULTURAL: UN CONCEPTO QUE EVOLUCIONA

Para poder comprender el concepto de identidad cultural, es necesario conocer la evolución del concepto de cultura y cómo ha llegado hasta nuestros días.

1.1 Cultura

Adam Kuper (2001) elabora una historia interesante sobre la evolución del concepto de cultura, en la cual explica que esta palabra tiene su origen en discusiones intelectuales que se remontan al siglo XVIII en Europa. En Francia y Gran Bretaña, el origen está precedido por la palabra civilización[3] que denotaba orden político (cualidades de civismo, cortesía y sabiduría administrativa)[4]. Lo opuesto era considerado barbarie y salvajismo. Este concepto se va articulando con la idea de la superioridad de la civilización, por lo tanto, de la historia de las naciones que se consideraban civilizadas. El concepto evoluciona y se introducen niveles y fases de civilización, y el significado de la palabra se asocia a progreso material.

Inicialmente, en Alemania el concepto de cultura era similar al de civilización utilizada en Francia, pero con el tiempo se introducen matices (derivadas de años de discusiones filosóficas) que terminan por diferenciar los significados de las dos palabras. Esta diferenciación estaba relacionada con el peligro que los alemanes veían para las diferentes culturas locales, a partir de la conceptualización de civilización transnacional francesa.

Para los alemanes, civilización era algo externo, racional, universal y progresista, mientras que cultura estaba referida al las costumbres. Recién hacia mediados del siglo XX, el concepto de cultura se amplía a una visión más humanista, relacionada con el desarrollo intelectual o espiritual de un individuo, que incluía todas las actividades, características y los intereses de un pueblo.

Para entender la diversidad de conceptos sobre cultura, entre 1920 y 1950 los científicos sociales norteamericanos crearon no menos de 157 definiciones de cultura (Kuper, 2001). En el siglo XIX numerosos intelectuales reconocen el plural del concepto cultura, que equivale a reconocer la no existencia de una cultura universal y las diferencias de ver y vivir la vida por parte de los diferentes pueblos en el mundo. Durante siglos y aún hoy, este avance en el conocimiento humano no ha sido suficiente y se ha intentado imponer la creencia de la existencia de una cultura superior, ligada al término civilización y progreso, que debe imponerse por deber, al resto de culturas consideradas inferiores. Ya en el siglo XIX, T.S. Eliot escribía: “la deliberada destrucción de otra cultura en conjunto es un daño irreparable, una acción tan malvada como el tratar a los seres humanos como animales [...] una cultura mundial que fuese una cultura uniforme no sería en absoluto cultura. Tendríamos una humanidad deshumanizada” (Kuper, 2001: 57).

Del avance en el concepto de cultura, relacionado con lo interno del ser humano y no sólo con la organización político administrativa, al plural de la palabra atribuida a un pueblo, nación o territorio, las discusiones siguieron enriqueciéndose en el transcurso de los años y se pasó de una definición antropológica a un concepto transversal relacionado con el desarrollo: hacia los años 50 el desarrollo era un concepto economicista; en los 80 se introduce el concepto de desarrollo humano y hacia los 90, sobre todo luego de la cumbre de Río, éste evoluciona a un concepto de sostenibilidad, donde la cultura juega un rol fundamental.

En los 50, la palabra cultura podía ser vista como un obstáculo al progreso y desarrollo material. Así lo expresa un documento realizado por expertos de Naciones Unidas en 1951: “Hay un sentido en que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico” (OEA, 2002: 1).

El cambio y evolución del pensamiento se ve reflejado en esta declaración, realizada por expertos de la UNESCO en los años 90: “La UNESCO defiende la causa de la indivisibilidad de la cultura y el desarrollo, entendido no sólo en términos de crecimiento económico, sino también como medio de acceder a una existencia espíritu, a las tradiciones locales, al territorio. Se dice que el término se tomó de Cicerón quien metafóricamente había escrito la cultura animi (cultivo del alma).

Kultur implicaba una progresión personal hacia la perfección espiritual. Antropológicamente cultura se asociaba básicamente a las artes, la religión y intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria. Este desarrollo puede definirse como un conjunto de capacidades que permite a grupos, comunidades y naciones proyectar su futuro de manera integrada” (OEA, 2002: 2).

Como menciona Germán Rey (2002: 19), “La cultura no es lo valiosamente accesorio, el cadáver exquisito que se agrega a los temas duros del desarrollo como el ingreso per cápita, el empleo o los índices de productividad y competitividad, sino una dimensión que cuenta decisivamente en todo proceso de desarrollo, tanto como el fortalecimiento institucional, la existencia de tejido y capital social y la movilización de la ciudadanía”.

Aunque existen diversas definiciones, en general, todas coinciden en que cultura es lo que le da vida al ser humano: sus tradiciones, costumbres, fiestas, conocimiento, creencias, moral. Se podría decir que la cultura tiene varias dimensiones y funciones sociales, que generan:

a. un modo de vivir,
b. cohesión social,
c. creación de riqueza y empleo,
d. equilibrio territorial.

“La cultura es algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente. La cultura tiene funciones sociales. Una de ellas es proporcionar una estimación de sí mismo, condición indispensable para cualquier desarrollo, sea este personal o colectivo” (Verhelst, 1994: 42).

Cuadro No. 1. Algunas definiciones de la UNESCO[5]

Cultura: es el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones.
Diversidad cultural: multiplicidad de formas en que se expresan las culturas de los grupos y sociedades. Estas expresiones se transmiten dentro y entre los grupos y las sociedades.
Contenido cultural: sentido simbólico, la dimensión artística y los valores culturales que emanan de las identidades culturales que las expresan.
Expresiones culturales: son las expresiones resultantes de la creatividad de las personas, grupos y sociedades, que poseen un contenido cultural.
Actividades, bienes y servicios culturales: son los que desde el punto de vista de su calidad, utilización o finalidad específicas, encarnan o transmiten expresiones culturales, independientemente del valor comercial que puedan tener. Las actividades culturales pueden constituir una finalidad de por sí, o contribuir a la producción de bienes y servicios culturales.
Interculturalidad: presencia e interacción equitativa de diversas culturas y la posibilidad de generar expresiones culturales compartidas, adquiridas por medio del diálogo y de una actitud de respeto mutuo.


1.2 Identidad cultural

El concepto de identidad [6] cultural encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales, como costumbres, valores y creencias. La identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior.

De acuerdo con estudios antropológicos y sociológicos, la identidad surge por diferenciación y como reafirmación frente al otro. Aunque el concepto de identidad trascienda las fronteras (como en el caso de los emigrantes), el origen de este concepto se encuentra con frecuencia vinculado a un territorio.

“La identidad cultural de un pueblo viene definida históricamente a través de múltiples aspectos en los que se plasma su cultura, como la lengua, instrumento de comunicación entre los miembros de una comunidad, las relaciones sociales, ritos y ceremonias propias, o los comportamientos colectivos, esto es, los sistemas de valores y creencias (...) Un rasgo propio de estos elementos de identidad cultural es su carácter inmaterial y anónimo, pues son producto de la colectividad” (González Varas, 2000: 43).

¿Qué es la identidad? Es el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia. Esta colectividad puede estar por lo general localizada geográficamente, pero no de manera necesaria (por ejemplo, los casos de refugiados, desplazados, emigrantes, etc.). Hay manifestaciones culturales que expresan con mayor intensidad que otras su sentido de identidad, hecho que las diferencia de otras actividades que son parte común de la vida cotidiana. Por ejemplo, manifestaciones como la fiesta, el ritual de las procesiones, la música, la danza. A estas representaciones culturales de gran repercusión pública, la UNESCO las ha registrado bajo el concepto de “patrimonio cultural inmaterial” (Romero Cevallos, 2005: 62).

“La identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o valoración. Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en el referente de identidad (...) Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas o grupos de personas se reconocen históricamente en su propio entorno físico y social y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad cultural (...) El patrimonio y la identidad cultural no son elementos estáticos, sino entidades sujetas a permanentes cambios, están condicionadas por factores externos y por la continua retroalimentación entre ambos”(Bákula, 2000: 169).

La identidad está ligada a la historia y al patrimonio cultural. La identidad cultural no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado, sin elementos simbólicos o referentes que le son propios y que ayudan a construir el futuro.

1.3 Identidad cultural y desarrollo territorial

La cultura juega un papel importante en el desarrollo de un territorio, a tal punto que muchos pueblos y lugares en Europa y en América Latina han apostado por una revalorización de lo cultural, de lo identitario (recreando incluso nuevas identidades culturales) y patrimonial como eje de su propio desarrollo.

“El desarrollo local se ha convertido en el nuevo activador de las políticas de patrimonialización. Mientras la sociedad de los lugares se convierte en la sociedad de los flujos, parece como si los lugares se hayan involucrado en una obra de construcción identitaria, que privilegia la dimensión local o ciudadana por encima de las nacionales, estatales y globales. La identidad es el viejo territorio del patrimonio y no es de extrañar que entre los objetivos reconocidos por la mayor parte de actuaciones patrimoniales que se realizan en estos ámbitos, figure la (re) construcción de las identidades locales” (García, 2002: 66).

Esta recreación o potenciación identitaria, no sólo puede revivir, volver a poblar áreas rurales, despertar interés en una población apática, lograr cohesión social, sino que además puede desencadenar actividades económicas y con ello mejorar los ingresos y la calidad de vida de la colectividad. Usualmente estos ingresos están relacionados con la oferta de productos, bienes y servicios, que se colocan oportunamente en el mercado, que van desde lo agropecuario hasta actividades orientadas al turismo En los servicios, el caso del turismo tiene una particular relación histórica con el patrimonio. De acuerdo con Hernández (2002: 356) se podría hablar de turismo cultural desde la época griega y romana[7], y es el siglo XVIII el que estrecha la relación viaje – patrimonio cultural, al aparecer los primeros museos públicos y lo que actualmente se conoce como recorridos turísticos culturales. Estos últimos aparecen con el Grand Tour (que duraba entre dos y tres años), que era la visita realizada por aristócratas ingleses a los lugares históricos, artísticos y naturales más destacados de Europa. En el siglo XIX aparecen las colecciones de guías de viaje y el concepto patrimonial abarca lo etnológico. En el siglo XX surge el turismo de masas y otras formas de turismo relacionado con lo patrimonial: ecológico, temático y activo y cultural [8].

Para que una o varias identidades culturales generen desarrollo territorial es necesaria una voluntad colectiva (política, comunal, empresarial, asociativa, etc.) y un reconocimiento del pasado, de la historia. Como lo menciona Bernard Kayser (1994: 37), “las diferenciaciones culturales localizadas preparan a veces competiciones que justifican las fugaces rivalidades entre pueblos, aldeas y barrios: éstas pueden servir para encauzar las pasiones individuales y colectivas que no encuentran aplicación. Pero, al contrario, la búsqueda o reconstrucción de una identidad territorial constituye la razón evidente de individuos, de grupos, de localidades y de espacios motivados por un deseo de situarse, de enraizarse en una sociedad. De esta manera en particular, la connotación cultural regional es reconocida por todos, a través de las especificidades legadas por el pasado, y que se encuentran aún vivas: el idioma, los gustos, los comportamientos colectivos e individuales, la música, etc.”

[1] En: Revista Opera No. 7, Pág. 69 - 84
[2] Consultora internacional en temas de gestión y producción cultural, desarrollo local, administración de proyectos de desarrollo y de organizaciones.
[3] Hacia 1766 civilización aparecía como “un vocablo de tecnicismo legal que hacía referencia a la conversión de un proceso criminal en una causa civil” (Kuper, 2001: 43). Civilité, politesse y police tenían un mismo significado: respetuoso con la ley. Con el tiempo la palabra civilicé desplazó a policé.
[4] En 1954, el lingüista Emile Benveniste realizó una investigación que ubicó el primer uso del término
civilización hacia 1757, en el sentido de orden político (Kuper, 2001).
[5] Fuente: UNESCO, Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, octubre 2005; Conferencia intergubernamental sobre políticas culturales para el desarrollo, 1998; Convención de la Haya, 1954.
[6] Hacia 1440, se tiene noción de la palabra identidad, tomada del latín identitas, que derivaba de la palabra idem (lo mismo).
[7] A través de escritos y guías de viaje, como por ejemplo de Herodoto (178–181) que describe ciudades como la de Babilonia. O en la época helenística, en la cual se desarrolló un listado de las siete maravillas del mundo que deberían ser visitadas por toda persona cercana a las artes y las ciencias. Para el caso de los productos territoriales con identidad cultural se sugiere revisar, en este volumen, a Fonte y campora; y Flores.
[8] El ecológico se enfoca en el medio ambiente y la calidad del entorno físico; el temático y activo con las
vacaciones en las cuales se desea realizar una actividad cultural, artesanal o recreativa que favorezca el desarrollo de la persona y el cultural está definido por la Organización Mundial del Trabajo, como “la posibilidad que las personas tienen de conocer la historia natural, el patrimonio humano y cultural, las artes, la filosofía y las instituciones de otros países y regiones”.