NO ES HORA DE IMPROVISAR
Editorial de EL TIEMPO, 23 de Abril de 2008.
La cascada de acontecimientos de las últimas 48 horas ha puesto al país al borde de una delicada crisis político-institucional. Los hechos se suceden a ritmo vertiginoso y desconcertante. Basta enumerarlos para entender la explosiva complejidad de lo que se puede estar incubando.
La Fiscalía ordena la detención por concierto para delinquir del ex senador Mario Uribe, primo y aliado del Presidente, quien pidió sorpresivo asilo -rechazado- en Costa Rica; el presidente Uribe propone una "comisión de reajuste institucional" y un "tribunal especial", que desata polémicas reacciones; se lanzan rumores, rechazados con vehemencia por el presidente de la Corte Suprema y el Fiscal General, de que jefes paramilitares habrían sobornado a magistrados para asegurar la elección del fiscal Iguarán; la Corte indaga a la ex congresista Yidis Medina por supuestas prebendas recibidas para votar la reelección de Uribe; el Consejo Seccional de la Judicatura acepta una tutela de las víctimas para congelar la extradición de 'Macaco'; Salvatore Mancuso anuncia nuevas revelaciones sobre la penetración del paramilitarismo en el Congreso y el poder judicial; el Partido Liberal, que había llegado a un acuerdo con el uribismo en el Congreso sobre el trámite de la reforma política, reacciona duramente a los anuncios del Presidente y en un sólido pronunciamiento de su jefe, el ex presidente César Gaviria, previene sobre enormes peligros de crear comisiones para quitar a la Corte su misión institucional, y se dice dispuesto a examinar iniciativas como el adelanto de las elecciones o una constituyente.
Apenas algunos de los hechos más impactantes de estos días. ¿Guerra de ventiladores alimentada por el paramilitarismo? ¿Comedia de equivocaciones de los poderes institucionales? ¿Encrucijada o hecatombe? Un poco de todo, sin duda. Pero lo claro y cada vez más preocupante es que el país se está "descuadernando", como hubiera dicho el ex presidente Carlos Lleras. Y que puede entrar en una inquietante desestabilización, con graves efectos sobre la economía, la imagen internacional y la inversión extranjera, de continuar este choque entre los poderes que soportan nuestro andamiaje democrático.
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Para empezar, preocupa que los últimos actos y declaraciones del Gobierno transmitan al país la impresión de que la Corte Suprema de Justicia está urdiendo un complot contra el Presidente. Los mensajes de Uribe, que llaman a la objetividad de los fallos judiciales, y del ministro Carlos Holguín, en declaraciones a este diario, que manifiesta dudas en cuanto a la imparcialidad del alto tribunal, y el tono de la reunión de las mayorías uribistas en Palacio, con propuestas de reforma política que llegaron a insinuar incluso el remplazo de la Corte por otro tribunal para juzgar a parlamentarios y al propio Primer Mandatario, indican que el Gobierno siente que la Corte no está siendo imparcial en la 'parapolítica'. Y que sus decisiones tocan cada vez más directamente al círculo íntimo del Presidente, como lo están presentando los medios internacionales.
La situación difícilmente podía ser más complicada. El equilibrio entre los poderes públicos y el respeto y confianza entre ellos es, por definición, la garantía de estabilidad de las democracias. Con mayor razón en un país con los problemas del nuestro, y más aún cuando la Corte es el eje central de manejo institucional de un tema de la complejidad e implicaciones de la 'parapolítica'. De allí la importancia de la forma en que se salga de este atolladero. No bastan llamados genéricos a la prudencia y el respeto por las instituciones. Y, por supuesto, atizar la confrontación entre los poderes sólo llevará a empeorar las cosas.
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El propio presidente Uribe, apoyado en la legitimidad que le otorgan sus altísimos índices de aceptación, ha reivindicado sistemáticamente como un logro de su gobierno que las investigaciones por nexos entre políticos y paramilitares han avanzado bajo la conducción independiente del poder judicial. De allí la importancia -como lo pidió César Gaviria- de apoyar al alto tribunal y a la Fiscalía para que lleven hasta las últimas consecuencias -y con el rigor jurídico requerido- esta investigación de nexos entre políticos, mafiosos y paramilitares. Y la necesidad de una reforma política que, a diferencia de la versión edulcorada que se trata de aprobar, ponga claros frenos y castigos a la penetración que estos lograron en el Congreso, entre ellos el de dejar vacía la curul no bien sea detenido quien la ocupe por 'parapolítica', sin esperar hasta una lejana sentencia. Sólo avances claros en esta dirección, sin que nadie se atraviese en la labor de la Corte y la Fiscalía, y con una reforma política que envíe un mensaje claro y contundente al país, permitirán que el Congreso recupere su legitimidad perdida.
Además, es necesario diferenciar. Una cosa son la 'parapolítica' y sus implicaciones, y otra los problemas de fondo que arrastra el sistema electoral y de partidos. Pretender meterlos juntos en el saco de la reforma política sólo dará al traste con las soluciones para uno y otro fenómeno. A estas alturas, adelantar las elecciones, convocar una constituyente o empujar una reforma constitucional para cambiar el andamiaje institucional pueden agravar lo que se pretende resolver. Un país coherente usa las instituciones que tiene para resolver las crisis; una 'banana republic' las cambia al vaivén de las necesidades.
Y de eso se trata, justamente. De que las instituciones que hoy tiene el país, de gran tradición y estabilidad, funcionen. El Ejecutivo y la Corte deben desmontar de inmediato el tono pugnaz de sus comentarios. El Gobierno tiene una inmensa responsabilidad. No puede incurrir en salidas en falso, como la de un "reajuste institucional" en semejante momento; ni debe maquillar la reforma política; ni permitirse declaraciones imprudentes, como las que dio la semana pasada en la radio un cercano asesor en el sentido de que el proceso de Mario Uribe iba muy bien (de paso, nada hace más daño al Presidente y a su imagen internacional que su insólito pedido de asilo en Costa Rica, oportunamente denegado por el gobierno de ese país). La Corte debe cumplir su papel con serenidad, firmeza y sin tentaciones mediáticas. Y sin que otros poderes le pongan palos en la rueda. Y el Congreso está en la obligación de hacer lo que tenga que hacer para purgarse y recuperar legitimidad.
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Si los protagonistas diversos de este enfrentamiento político-judicial no actúan con la serenidad, altura y responsabilidad que demanda la situación, Colombia podría sufrir un grave retroceso. Que todos acabaríamos lamentando, uribistas, antiuribistas y, sobre todo, el pueblo colombiano, que no participa en las peleas de sus dirigentes, pero es el que siempre acaba pagando los platos rotos.
Mario Uribe Escobar, una propuesta indecente
Editorial El Colombiano, 23 de abril de 2008
Es inaceptable que Mario Uribe haya pretendido burlar la justicia. Por fortuna Costa Rica negó el asilo. La mejor manera de defender a Colombia es buscar la verdad, promover la transparencia y evitar caer en la trampa de quienes pretenden refundar un país ajeno a la voluntad de la mayoría.
Indecente que Mario Uribe Escobar, congresista por 22 años y ex presidente del Senado, desconozca la potestad y legitimidad de la justicia colombiana. No de otra forma puede calificarse su solicitud de asilo político ante la embajada de Costa Rica, en Bogotá, minutos después de conocer la medida de aseguramiento que le dictó la Fiscalía General de la Nación.
¿Pero por qué la Fiscalía no llegó de una vez por él, como ha llegado por tantos otros? ¿Por qué le dio la oportunidad de decir que se entregaría y de engañar a la justicia y a todos los colombianos, al pedir refugio en la legación diplomática costarricense?La orden de detención preventiva, sin beneficio de excarcelación, la profirió un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia, al resolverle la situación jurídica después de haberlo oído en indagatoria. El delito por el cual se le investiga es el de "concierto para delinquir por acuerdos para promover grupos armados al margen de la ley".
Mario Uribe renunció a su investidura de senador para sustraerse a la competencia de la Corte Suprema de Justicia y acogerse a la de la Fiscalía y la justicia ordinaria. Este proceder, aunque legal, no es de buen recibo.
Rechazamos rotundamente la petición del ex congresista. Mario Uribe ni siquiera debió intentar ser favorecido con un asilo político, que se concede sólo en casos de persecución, no cuando la persona es acusada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de la ONU. El supuesto concierto para delinquir para promover grupos armados ilegales no cabe en la categoría de delitos políticos. Por fortuna, el gobierno de Costa Rica consideró improcedente la petición de Mario Uribe, luego de evaluar las condiciones exigidas a la luz del Derecho de Asilo.
Es obvio que el ex parlamentario pretendió eludir la acción de la justicia colombiana. Esto es aún más inconcebible en quien tiene formación jurídica, participó en la elaboración, interpretación y reforma de muchas leyes y ostentó la alta dignidad de congresista y llegó a presidir el Legislativo.
El presidente Álvaro Uribe, en un mensaje claro, corto y oportuno, convoca a todas las ramas del poder público y a los ciudadanos a preservar la institucionalidad de Colombia: "La medida de aseguramiento contra el Senador Mario Uribe, me duele. Asumo este dolor con patriotismo, sin mengua en el cumplimiento de mis responsabilidades, con el interés único de proteger las instituciones, protección que además depende de los titulares de las otras ramas del poder público".
Colombia pasa por momentos muy difíciles y no hay mejor manera de defenderla que buscar la verdad, toda la verdad, promover la transparencia y evitar caer en la trampa de quienes, desde distintas orillas políticas e ideológicas o delincuenciales, quieren acabar con la institucionalidad para refundar un país ajeno y extraño a la voluntad de la mayoría de los colombianos.
El Presidente Uribe no debe renunciar a su liderazgo ni dejar perder el norte. Y el pueblo debe rodearlo en este trago amargo.