jueves, 27 de marzo de 2008

LA FOTO DE LA DISCORDIA


EL MINISTRO LARREA NO ERA EL DE LA FOTO[1]



El personaje que apareció ayer con 'Raúl Reyes' en una fotografía publicada por EL TIEMPO –que según la fuente de la Inteligencia de la Policía que la suministró era el ministro ecuatoriano de Seguridad, Gustavo Larrea– es en realidad el dirigente comunista argentino Patricio Etchegaray.

La Dirección General de la Policía Nacional emitió ayer un comunicado en el que asume que el documento gráfico fue suministrado por una fuente de esa institución.

Asimismo, dice que ordenó una investigación interna para establecer quiénes fueron los responsables de la entrega de la fotografía y de la información sobre la misma.

El verdadero personaje

La fuente de la Policía que suministró el documento señaló el domingo que este era parte del material hallado en los computadores de 'Reyes' incautados en la operación en su contra en Ecuador.

Aseguró, también, que se habían hecho las verificaciones respectivas para establecer que se trataba del funcionario ecuatoriano, quien, además, ha admitido que se reunió con 'Raúl Reyes', sin revelar lugar y fecha.

La versión de la fuente policial empezó a derrumbarse en la mañana de ayer, cuando funcionarios y periodistas de Ecuador le dijeron a este diario que la foto no correspondía a Larrea, pese a su parecido. Posteriomente, Patricio Etchegaray, dirigente comunista de Argentina, llamó para informar que él era quien estaba en la imagen.

Igualmente, el ministro Larrea envió una comunicación a la dirección de EL TIEMPO. "No soy el que aparece en la fotografía", dice en su carta y demanda la rectificación de la información publicada.

El alto funcionario ecuatoriano califica este episodio como un "nuevo y descabellado intento de desprestigio".

"No es de esta manera como van a callar ni a desprestigiar a nuestro gobierno comprometido con la democracia, la paz y los derechos humanos", afirma en su misiva.

La agencia Efe informó que, a raíz de este episodio, Larrea anunció que su gobierno no reanudará sus relaciones diplomáticas con Bogotá mientras mantenga lo que considera una "campaña mediática" contra Ecuador.

EL TIEMPO lamenta esta situación y ofrece disculpas al ministro Gustavo Larrea y al gobierno ecuatoriano por los hechos.

Comunicado de la Policía Nacional

1. Asumiendo que la fuente que suministró la información corresponde a un funcionario de la Policía Nacional, según lo manifestado por el diario (EL TIEMPO), la Dirección General quiere precisar que la fotografía no ha sido entregada oficialmente a los medios de comunicación y desconoce los canales a través de los cuales se hizo pública.

2. Como se conoce públicamente, el proceso de investigación forense y de análisis se ha iniciado bajo la responsabilidad de peritos y con el acompañamiento internacional, y serán estas instancias las que en definitiva comunicarán a la opinión pública los contenidos de la información recuperada en el campamento.

3. La Dirección General ha ordenado una investigación interna en el entendido de que la información relacionada con los computadores hallados en el campamento de Raúl Reyes ha sido manejada con toda responsabilidad, y el propio Director General ha presentado de manera pública y directa algunos de los contenidos descubiertos en esos dispositivos.




LA FOTO QUE NO ERA[2]


El día de ayer, este diario publicó una fotografía, extraída del computador de 'Raúl Reyes', suministrada por una fuente de la Policía, cuyo pie de foto decía: "En la foto encontrada en el computador de 'Raúl Reyes', el ministro de Seguridad del Ecuador, Gustavo Larrea, dialoga con el guerrillero". El texto de la información respaldaba esta versión. Copias de la foto se repartieron en la cumbre de cancilleres de la OEA, donde generaron un encendido debate.

En realidad, el personaje de la fotografía no es el ministro Larrea, sino el dirigente comunista argentino Patricio Etchegaray, como quedó establecido ayer, cuando ya la publicación se había difundido ampliamente. Un error lamentable, que reconocemos sin vacilar y que, más allá de EL TIEMPO, afecta la credibilidad de la causa colombiana en el debate diplomático en la OEA y las múltiples informaciones, varias de ellas comprobadas, encontradas en los computadores de las Farc. El tema, además, apunta a una cuestión de fondo del periodismo: la relación con las fuentes y la atribución de las informaciones.

La fotografía procede del computador del guerrillero. El parecido con el ministro ecuatoriano es notable. La foto fue entregada, de manera no oficial (y precipitada, pues el material era aún objeto de investigación, lo que no se dijo al periódico), por la Policía. Y fue esa fuente la que identificó al ministro como el personaje fotografiado. Pero, más allá de las intenciones de la fuente al entregar la foto y de sus eventuales repercusiones políticas hacia la reunión de la OEA, este diario falló en sus procedimientos de verificación (una cosa es un parecido, otra es que se trate de la persona en cuestión) y falló al no atribuir claramente la información a la fuente, en lugar de asumirla como propia. Un doble error que afecta la credibilidad del periódico y que nos obliga a reforzar los mecanismos internos de verificación y control para que esto no vuelva a ocurrir. Y que nos lleva a pedir, desde este espacio, excusas al ministro Gustavo Larrea y al gobierno del Ecuador.
Para lo que no se puede aprovechar este lamentable episodio es para desvirtuar el contenido de los computadores de 'Reyes' y de otros jefes guerrilleros, que ya han mostrado, en casos como el de la caleta en Costa Rica, que contienen valiosa y certera información, la verificación de cuya autenticidad está en manos de la INTERPOL. Como dicen en Colombia, una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.

editorial@eltiempo.com.co

(resaltados en azul de quien administra el blog)

[1] El Tiempo, marzo 17 de 2008, Nación (1-3)

[2] Editorial El Tiempo, marzo 17 de 2008, Opinión (1-14).

miércoles, 19 de marzo de 2008

LA FOTOGRAFÍA DE RAÚL REYES: ¿DECISIÓN EN CALIENTE?

LA FOTOGRAFÍA DE RAÚL REYES: ¿DECISIÓN EN CALIENTE?

Por Víctor León Zuluaga Salazar[1]

Una inusitada lluvia de mensajes y llamadas telefónicas desencadenó la publicación de la fotografía del cadáver de Raúl Reyes, en la primera página de la edición del domingo 2 de marzo."Hoy en la mañana, al recoger mi periódico, no podía creerlo, que un diario como EL COLOMBIANO, que considero conservador, ético, respetuoso, haya podido publicar y además en primera página la foto de un ser humano muerto en violencia y todavía en esas condiciones tan impresionantes", dice María Adelaida Restrepo.
"Me encuentro impresionada con las fotos de la muerte del guerrillero Raúl Reyes. El periódico EL COLOMBIANO creo que no se ha caracterizado por ser amarillista. Ustedes tienen que pensar que son muchas las personas que ven su periódico, entre ellos niños. Me parece que se les fue la mano en querer dar noticia. ¿De qué sirve leer esta clase de periódicos?", escribe Adriana Londoño.
"En mi opinión, las imágenes sangrientas que ustedes se atreven a mostrar en primera página sólo contribuyen a una banalización de la guerra y, en materia periodística los acercan a la vulgaridad de los tabloides", apunta Alejandro López.
"No estoy de acuerdo con la foto publicada en primera página del cadáver de Raúl Reyes, aunque sea un documento histórico. Me parece indigno para un ser humano ser publicado en esta circunstancia, no importa quien haya sido la persona...", señala María Teresa Ávalos."Qué tristeza que EL COLOMBIANO haya entrado en la moda del amarillismo. Con el periódico de hoy domingo 2 de marzo me sentí leyendo El Espacio. La nota puesta en una de las páginas internas en el sentido de que se trataba de un testimonio gráfico y que se ha hecho en otras partes, no exonera al periódico de la responsabilidad moral y periodística del respeto a la persona humana, así se trate de alguien que como el guerrillero Reyes hizo tanto mal a la humanidad?", observa Roberto Ojalvo.
"No estoy de acuerdo con la publicación de las imágenes del cadáver de Raúl Reyes. Este periódico se caracteriza por su manejo profesional de estas noticias evitando aumentar odios y júbilos por las muertes. Entiendo la importancia de la noticia pero creo que debería ser opcional ver la foto y no que sea de primera plana.", agrega Josué Machaca.
"Es inconcebible que se autorice el uso de este tipo de ilustraciones teniendo en cuenta que son miles los menores de edad que por cualquier motivo o razón acceden a la lectura o por lo menos curiosidad frente al periódico. Queremos formar un futuro en paz, pero creamos seres adictos al morbo y al amarillismo?", expone Daniela Granada Salazar.
"Por encima de toda la maldad y crueldad de este señor como guerrillero de las Farc está su condición de ser humano y había que respetarlo como tal. En mi opinión EL COLOMBIANO incurrió en una falta a la ética del periodismo?", manifiesta María Helena Giraldo.Esta es una muestra de fragmentos de los mensajes de los lectores que recibí el domingo y los demás días de la semana.

La respuesta del Editor Jefe

Luis Fernando Ospina, Editor Jefe de Información justifica la publicación en la siguiente respuesta:
"Quiero contarle los procedimientos que en estos casos siempre se utilizan para decidir qué, cómo y cuándo se usan imágenes como las de su referencia".
"El primer punto, el qué, tiene que ver con la pertinencia de los hechos y su importancia en relación con el grado de afectación o no de la comunidad, en este caso los lectores, que busca entender el porqué de los hechos. Es un asunto de criterio periodístico, que en algunos casos no coincide con el de los lectores".
"El cómo está referido a la forma en que se presentan y el lugar que ocupan dentro de un espacio determinado en la página. Los hechos que tienen una importancia mayor son los primeros que aparecen en las portadas y eso se llama jerarquía".
"El cuándo y el porqué se refieren a los mandamientos y políticas de EL COLOMBIANO que están contenidas en el Manual de estilo y redacción, la "Biblia" de toda casa periodística".
"Para el caso de la foto sobre la muerte de alias Raúl Reyes se hicieron todas estas valoraciones, después de una larga discusión entre un equipo de periodistas, jefes de redacción, el editor de fotografía y el editor de diseño, que analizamos por qué se debía publicar o por qué no".
"Como contexto de tal decisión revisamos otros casos similares en los que EL COLOMBIANO es testigo de la historia y como tal tiene que registrar la historia. En el caso de Raúl Reyes, como sucedió en su momento con la muerte de Pablo Escobar, consideramos que parte del mito que se crea alrededor de los personajes está apoyado en la imposibilidad de constatar la realidad y no publicar la foto hubiera contribuido a dudar de la muerte de Reyes. Segundo, ese es un hecho histórico, porque tiene que ver con el conflicto que durante 40 años ha desangrado a Colombia y porque Raúl Reyes era nada más y nada menos que el segundo hombre más importante de las Farc, una organización terrorista que secuestra, asesina y trafica con drogas".
"Éramos conscientes de la dureza del registro fotográfico, pero también de nuestra responsabilidad y en nuestra páginas (12A del domingo) les explicamos a nuestros lectores las razones por las que publicamos esas fotos. Son casos excepcionales y en cada uno de ellos se hacen las valoraciones respectivas, cumpliendo nuestras responsabilidad que como medio de comunicación tenemos con el derecho a la información, a la intimidad y a principios éticos basados en la verdad".
"EL COLOMBIANO tiene un contrato social con sus lectores y todos los comentarios e inquietudes que provienen de ellos son valiosos".

La respuesta de la Directora

Ana Mercedes Gómez Martínez, directora de EL COLOMBIANO le responde a los lectores lo siguiente:
"Considero importante publicar el rostro de Raúl Reyes para informar sobre este hecho extraordinario e histórico. Sin embargo, la presentación fotográfica fue excesiva y dura. Para dar testimonio fiel del hecho histórico, las fotografías del cadáver debieron ser publicadas en forma más modesta".
"Ofrezco disculpas a los lectores que se quejaron, y a los que sin hacerlo, se sintieron mortificados por este despliegue inusitado. Para mí es muy grato compartir esa sensibilidad de los lectores que rechazaron la forma como se hizo la publicación de las imágenes de Raúl Reyes".

Lo que dice el Manual de estilo y redacción

"EL COLOMBIANO rechaza toda forma de sensacionalismo porque es una deformación de los hechos y porque es un intento de manipulación al lector. En este periódico la sensación de las noticias no estará en la presentación sino en el fondo de la información".
Y en otro apartado señala que "Hay que evitar la publicación de fotos con imágenes desagradables, que ofendan el buen gusto, la dignidad y la sensibilidad de los lectores. Éstas sólo se pueden incluir en el caso de agregar información de importancia clave a la noticia".En otros manuales se encuentran políticas editoriales similares. Por ejemplo, el de Clarín, diario de Buenos Aires, Argentina dice al respecto: "Clarín no publicará fotos sangrientas o escandalosas de muertos, mutilados, suicidios, desnudos, etc. Sin embargo, podrán publicarse, previo acuerdo con los editores (jefes de sección), cuando su valor social, histórico o político justifique la excepción".
BBC, en su Manual de directrices editoriales: Valores y criterios de la BBC contempla lo siguiente: "?Es muy importante respetar la dignidad de los muertos. Nunca debemos mostrarlos de manera gratuita. Además, debemos evitar ofrecer sin justificación primeros planos de las caras o heridas graves u otro material violento?".

Algunas consideraciones

Percibo que esta fue una decisión en caliente que excedió los límites de la información y cayó en otros terrenos, afectando la sensibilidad de muchos lectores.
De la lectura del Manual de estilo y redacción y las consideraciones periodísticas se desprende que el periódico tenía que publicar la fotografía de Raúl Reyes. No hacerlo sería una conducta de autocensura imperdonable.
La fotografía es, en este caso, un testimonio excepcional que da cuenta en forma contundente, no sólo de la veracidad del hecho, sino que además nos acerca a la realidad cruda, cruel y cruenta de la guerra que soportamos y que así aparece ahora ante nuestros ojos encarnada en quien buscó ese destino.
Quizás si la imagen la hubiera captado un fotógrafo del periódico otra sería la composición. Porque se trata de una fotografía judicial para efectos forenses. Aún así, el formato ampliado, es excesivo y saturado y pudo editarse, no para manipularla o excluir elementos, sino para informar apropiadamente, sin afanes "sensacionalistas" ni "morbosos", sin poner en riesgo la intimidad de una persona por criminal que sea, y sin atentar contra la sensibilidad de los lectores.
No es necesario el primer plano para registrar un hecho de esta naturaleza, el plano general ilustra con creces lo acontecido, es decir informa suficientemente, con decoro y con sentido humanitario.
El gran despliegue del cadáver cuasidestrozado del guerrillero Reyes lo considero contrario al espíritu del Manual de estilo y redacción: "Éstas sólo se pueden incluir en el caso de agregar información de importancia clave a la noticia". Estos principios inspirados desde la Dirección de Fernando Gómez Martínez son los que le dan identidad y credibilidad.
Cruda y fuerte, más cruda y más fuerte de lo requerido por el formato usado, esta fotografía produce excitación o repugnancia y desencadena sensaciones malsanas de felicidad u odio contrarias al periodismo serio y de calidad.
Puede también interpretarse esta decisión en caliente tomada por los editores como la influencia seductora de los tabloides sensacionalistas que en los últimos años se han incrementado en el país. Así lo manifiestan varios lectores.
Creo que las lecciones clave están en observar "el íntimo compromiso con los lectores", tal como concluyó Ángel Arrendó, director del diario madrileño El Correo, en el debate generado en la prensa española, tras el atentado del 11 de marzo de 2004. En leer y releer el Manual de estilo y redacción, como la guía que orienta y afina el criterio de EL COLOMBIANO, cuyo modelo periodístico se ha Construido durante décadas.
Y en encontrar en las reacciones de los lectores la oportunidad para evitar asomos sensacionalistas, así sea por una sola vez.
Lo fundamental es alentar la reflexión permanente, la crítica, la autocrítica y la participación de los lectores. El debate no concluye aquí.
[1] Defensor del Lector de EL COLOMBIANO, periodista profesional y profesor universitario

martes, 11 de marzo de 2008

Reflexiones sobre la identidad cultural regional

Lengua, comprensión y lectura Jaime Arbey Atehortúa Sánchez
Reflexiones sobre la identidad cultural regional


Por: Julio Cesar Carrión Castro
Director Centro Cultural Universidad del Tolima

En: http://ut.edu.co/idead/pregrado/0815/docs/refidecul.doc


La expresión “identidad cultural” resulta bastante ambigua para explicar la complejidad de sentimientos y manifestaciones de un pueblo o de una región particular. Así mismo, los propios conceptos “región” y “cultura” son muy elusivos; la pluralidad de enfoques, definiciones y aproximaciones, obedece, precisamente, a la enorme variedad de actores y de grupos comprometidos en la construcción de una estructura social.

Existen muchas acepciones, contenidos y connotaciones respecto al concepto de región. La amplitud del término nos remite a múltiples esferas de la realidad física, del conocimiento o de la praxis humana; de manera más particular, la palabra se utiliza para designar e identificar un espacio dado de la geografía (con determinaciones no solamente naturales o territoriales, sino, más específicamente, humanas).

La región, al igual que la nación, en última instancia es una compleja realidad simbólica; se trata de elaboraciones teóricas, de imaginarios construidos por determinadas comunidades. Nociones abstractas de espacios o lugares, en donde se cumplen ciertos supuestos requisitos de homogeneidad y semejanza. Es obvio que hay una dimensión espacial en todo acontecer social: una específica formación socio-económica establece múltiples configuraciones que, por supuesto, se van produciendo en determinados territorios y en distintos momentos históricos, y los cuales reclaman una expresión teórica que los defina; para ello el concepto de “región”, resulta válido. La región no es, pues, algo dado naturalmente, sino una construcción histórica.

Además el concepto de región está emparentado con el de “comunidad”, pues, así tenga como fundamento principal un referente territorial, hay en la idea de región una identidad superior de carácter cultural y comunicacional.


Región, Cultura y Folclor

El clamor por la conservación y defensa de la identidad cultural regional no puede implicar, pues, la búsqueda de una supuesta homogeneidad, por el contrario, ha de significar el respeto por la heterogeneidad y la diversidad; también se trata de erradicar toda imitación, copia o plagio: “tendremos que cambiar los viejos mitos heredados sobre la superioridad del faro intelectual euroamericano que tanto ha condicionado nuestra vida política, económica y cultural y que nos mantiene en el atraso y pobreza permanentes”–Fals Borda-. Pero la superación de estas mentalidades subalternas no se puede alcanzar mediante la hipertrofia de lo terrígeno y localista.

Muchas veces nuestros gustos, colores y sabores costumbristas, no obedecen más que a la manipulación ideológica, provocadora de movilización y hasta de entusiasmo bélico, o mercantilista, de esta manera se confunden los “días de amor patrio”, establecidos por las gestas de próceres y de guerreros, con los arrebatos y el frenesí causado por las hazañas de los deportistas, con los triunfos de los “artistas” y representantes de la farándula criolla, o con los imperativos consumistas de las campañas publicitarias que nos compelen a ser “regionalistas si compramos lo nuestro”, o a “construir región”, si apoyamos al politiquero de turno. Igual propósito tiene el patrioterismo gubernamental que busca un mayor respaldo popular, mediante la excesiva ponderación de los símbolos que nos dan una supuesta identidad. Es más, el respeto por muchas tradiciones y costumbres de específicas culturas, puede estar en desacuerdo con la promoción de algunos principios y valores que tienen hoy un carácter universal. Estanislao Zuleta cuenta lo sucedido a un grupo de mujeres que en un congreso internacional sobre los derechos de la mujer, fijaron su repudio a prácticas consideradas bárbaras como la extirpación del clítoris, la infibulación y otras formas de mutilación genital femenina, efectuadas a las niñas de algunos pueblos africanos desde tiempos remotos. Por esta intervención, fueron rechazadas por algunas delegadas africanas que consideraron esto una indebida intromisión en sus “identidades culturales”.

El concepto de Nación y de Unidad Nacional, que tanto movilizara antaño, hoy se nos antoja como no muy claro, pues sólo se trata de una especie de entelequia semántica y jurídica, como una abstracción de orden simbólico que sirve para reclutar, levantar e incitar a las masas bajo los lineamientos de las élites que ejercen la hegemonía política y cultural. Un país puede poseer varias nacionalidades. Colombia es, precisamente, un ejemplo de diversidad cultural y regional. Nuestro país es un mosaico de etnias y culturas. En buena hora la Constitución Política de 1991 reconoció nuestra diversidad cultural, pero el simple reconocimiento de esta diversidad no puede significar el acatamiento acrítico de todo rito o tradición, como absurdamente se ha hecho con el reconocimiento de las ordalías, juicios, penas y castigos establecidos según las tradiciones y rituales indígenas, los cuales muchas veces no son más que implacables suplicios y torturas de corte primitivo o medieval.

El chauvinismo regional y el maniqueísmo parroquiano que, por ejemplo, para el caso de nuestro territorio tolimense, se entusiasma en la ponderación del tamal, del sancocho y de la lechona o, como lo anotara el escritor Hugo Ruiz, “en una vasta tradición de provinciana ingenuidad que ha permitido y aún exaltado el uso y el abuso del pintoresquismo y del encendido color local”, no está defendiendo el folclor ni la identidad cultural regional. El mismo Hugo Ruiz nos recuerda que Jorge Luis Borges anota que en El Corán, libro árabe por excelencia, no se nombran los camellos y nadie pone en duda su autenticidad.

Así mismo, vale la pena revisar la noción de folclor que manejan los sectores oficiales y los medios de comunicación. Como lo denominara Antonio Gramsci el folclor se concibe como si fuese algo extravagante “pintoresco”; algo que simplemente se recolecta, selecciona y clasifica. Por el contrario, el folclor debe estudiarse como una “concepción del mundo y de la vida”; implícita en los estratos populares de la sociedad. Es una concepción no elaborada, no sistemática, que el conjunto de las clases subalternas, en su desarrollo múltiple y contradictorio, contrapone a las concepciones “oficiales”. Es una “aglomeración de fragmentos de las varias concepciones históricas del mundo y de la vida, que se van insertando en la tradición. El folclor es la cultura popular, es el reflejo de las condiciones de la vida cultural de un pueblo. Es fragmentado porque, por definición, las clases subalternas se encuentran disgregadas en la sociedad civil; sobre ellas pesan los grupos dominantes con su hegemonía cultural”.

Identidad latinoamericana y globalización

Estas reflexiones alrededor de conceptos como patria, nación, región e identidad, en tiempos de globalización, deberán permitirnos, no solo la superación de la estrechez chauvinista, sino, asimismo, fundamentar criterios válidos de identidad política y de acuerdos multiculturales, conducentes a confrontar el omnímodo poder imperial que nos agobia, pues, como lo afirma Toni Negri “El Imperio no puede ser resistido por un proyecto que apunte a una autonomía limitada y local. No podemos retroceder hacia ninguna forma social previa, ni avanzar en soledad. Por el contrario, debemos empujar a través del Imperio para salir por el otro lado...Debemos aceptar el desafío y aprender a pensar y actuar globalmente. La globalización debe encontrarse con una contra globalización, el Imperio con un contra Imperio”.

A pesar del turbión de los años, del cruce secular de las culturas y de la perplejidad que causa el peso de la globalización, poseemos algo que podemos denominar “identidad”; una sensación de pertenencia, una común historia, similares intereses que nos unen en la especificidad y en la diferencia de lo latinoamericano: “la conciencia colectiva de la identidad, siempre en desarrollo, como se refleja en variadas formas de autoafirmación y ruptura. Embrionariamente, la identidad latinoamericana surgió como rechazo a la colonización española y portuguesa y luego como respuesta a la dependencia estructural impuesta por las metrópolis imperialistas. Al decir de Franz Fanon, el colonialismo y las relaciones de dependencia aceleran contradictoriamente la conciencia social de identidad. La identidad latinoamericana no se desarrolló como mero mecanismo de defensa ante las formas de colonialismo, sino como autoafirmación destinada a generar proyectos de liberación y de sociedad alternativa”.

Los asuntos, fenómenos y conflictos de carácter regional, podemos afirmar que históricamente se han expandido por toda la América Latina; desde los primeros levantamientos comuneros, las rebeliones anticolonialistas y los procesos independentistas de los siglos XVII y XVIII, pasando por la emergencia del pensamiento nacionalista y antiimperialista y por las luchas obreras y estudiantiles de comienzos del siglo XIX, los movimientos revolucionarios y de liberación nacional de mediados y fines de siglo, tales como la revolución cubana, el triunfo de Salvador Allende en Chile, de los Sandinistas en Nicaragua y los procesos insurreccionales de Centro y Sur América. Asimismo tenemos que reconocer que las acciones contrarrevolucionarias aplicadas en América Latina, también se han “regionalizado”, al arbitrio de los golpes de estado y de los genocidios causados por las sangrientas dictaduras militares; todo lo cual ha sido calculado y puesto en marcha, por la permanente presencia del intervencionismo norteamericano.

Nuestra identidad también se ha expresado en las múltiples formas de solidaridad y creatividad de los pueblos latinoamericanos; en su música, en su pintura, y en general en todas las formas de su dimensión estética, y , claro, también en las expresiones de resistencia contra la globalización que hoy se mueven por todo el subcontinente.

Existe una identidad clara, forjada en la toma de conciencia colectiva de los pueblos latinoamericanos, que rebasa los límites del nacionalismo y del patrioterismo; pero como dice Eduardo Galeano, ésta identidad se encuentra descuartizada; nuestra memoria está quebrada y hay que buscar la unidad en los fragmentos.

No estamos condenados, como quisieran los pragmáticos y los posmodernistas, ni a una concepción uniforme y unipolar del mundo, ni al ocaso de las ideologías, ni al final de la historia. La cultura, con todas sus rupturas, escisiones y contradicciones, a pesar de la globalización y de los imperialismos, se abre hacia el futuro, hacia la búsqueda de consensos no coercitivos, hacia el encuentro de utopías: Hacia la unidad en la diversidad.

La realización de un nuevo proyecto político-cultural, implica abrir espacios para la creatividad y la imaginación; para la obtención de una nueva dirección intelectual y moral de la sociedad, con el propósito de alcanzar la hegemonía cultural de las clases subalternas.

“Más que telúrica o racial, nuestra identidad es política”, se ha construido en torno a unos comunes intereses y necesidades y a una tradición de unidad, tanto cultural como histórica, y sólo puede explicarse en el proyecto histórico de construcción de un futuro alternativo; no en las nostalgias del pasado, ni en la ponderación de unos colores, olores y sabores, que supuestamente nos dan la identidad.


Bibliografía de Referencia

FALS BORDA, Orlando. Ciencia Propia y Colonialismo Intelectual. Bogotá: Carlos Valencia, 1987.

GALEANO, Eduardo. Ser como somos. En: Revista Plural. No. 2 (1993). Ibagué.

GRAMSCI, Antonio. Observaciones sobre el folclor. En: Antología de Manuel Sacritón. Siglo XXI. p. 488-491.

LEVI-STRAUSS, Claude. Raza y Cultura. En: Revista Universidad Nacional de Colombia. No. 8 (1971). p. 68-108.

NEGRI, Toni. Hard Armand.

RUÍZ, Hugo. Sobre Río y Pampa. O el Costumbrismo en Colombia. En: Revista Astrolabio. No. 1 (ago. 1983). Ibagué.

SAVATER, Fernando. Contra las Patrias. Barcelona: Turquest, 1988.

ZULETA, Estanislao. El plan y la identidad cultural nacional en Colombia: Violencia, democracia y derechos humanos. Bogotá: Altamir. ps 2778 ss.