martes, 26 de febrero de 2008

La Sociedad de los Lectores Muertos

Lengua, Comprensión y Técnicas de Estudio Jaime Arbey Atehortúa Sánchez
LA SOCIEDAD DE LOS LECTORES MUERTOS

UNA CRÍTICA A LOS GUSTOS LITERARIOS DE LA JUVENTUD


Por: Un soldado de Puerto Berrío


Creo que los jóvenes estamos volviendo a leer. Nos ha picado el bicho de lo literario – tanto en prosa como en poesía – y venimos redescubriendo esta actividad. Claro, no podría faltar el pero: dentro de lo positiva que es esta manifestación, es inquietante el distanciamiento que se toma hacia todo lo que sea clásico, de hecho, ignorándolo y limitándose a los escritos que superficialmente aparentan más contenido, o son más fáciles. Comprensible. Porque si hemos de juzgar a la literatura por la fuerza de la impresión inicial, no dudo que Miguel de Cervantes Saavedra será removido de su lugar privilegiado en favor de Richard Bach, o Carlos Cuauhtémoc Sánchez, o Antonhy de Mello, o Walter Riso.

Sobre esto, daré mi opinión personal. Y empezaré tomando lo que dice José Asunción Silva en su poema Avant-Proupos:


¡Pobre estómago literario que lo trivial fatiga y cansa
no sigas leyendo poemas llenos de lágrimas
historias, leyendas y dramas
Y todas las sensiblerías semirrománticas
Y para completar el régimen que fortifica y levanta,
Ensaya una dosis de estas gotas amargas.


No creo que sea buena idea ir exclusivamente tras lo impactante, lo que llena, lo muy manifiesto, lo que muy fácilmente expresa los sentimientos propios. Ciertamente es el acercamiento más sencillo y placentero. Pero lo es precisamente porque no implica un grado significativo de compromiso con lo que se lee. En últimas, al leer estas comidas que llenan, lo único que se está haciendo es mirarse en un espejo. Manera difícil de aprender – o encontrar – algo nuevo, de lo mucho que hay allá afuera.

Realmente leer Juventud en Éxtasis, o Aprendiendo a Quererse a Sí Mismo, o De Regreso a Casa, o Juan Salvador Gaviota es más placentero que leer El Quijote. Mas yo lo que sospecho es que cuando en este último aceptamos el reto de sentarnos ante él y devanarnos los sesos, aprenderemos a leer algo más que de aquel emotivo librito que apela a nuestro superficial deseo de volar, de ser trascendentales, de vencer en la vida, lograr ser uno mismo. Son simples ideas comunes a todos, establecidos de una manera vaga que cada cual puede acomodar a su visión propia. Juan Salvador Gaviota, para mí, tiene tanto contenido como la frase “No hay nada imposible, sólo hombres incapaces”.

Sin embargo, es cierto que la capacidad y el gusto propios a cada uno tal vez sólo nos permita llegar a cierto punto en las gotas amargas. Algunos tendrán que admitir – y creo que no hay por qué sentir vergüenza de ello – que no podrán aguantar La Celestina, El cantar del Mio Cid, Edipo Rey, La Divina Comedia, La Vida es Sueño, etc.

Personalmente, yo gusto de los clásicos modernos. La Montaña Mágica de Tomas Mann, el Ulises de James Joyce, Adiós a las Armas de Hemingway, La Peste de Camus… en los locales, Cien Años de Soledad, La Casa de las Dos Palmas.

Son obras que requieren un grado de compromiso más elevado. Pero una vez que adquieres un compromiso tan elevado, te tienes que quedar con ellas. Mientras, el trivial atractivo de lo impactante sólo basta para decir que la literatura sea como una moda. Muy buena, mientras duró; pero ya se acabó.